hoy beluga me ha regalado
dos libros sobre árboles para celebrar mi santa onomástica. qué forestales estamos, será consecuencia de la
homopolinización día sí, día no, que llevo a cabo con las flores masculinas del (no)calabacín de nuestro mini huerto.
el título de esta entrada hace referencia a nuestros dulces despertares diarios (bien podría ser una nueva entrega de la saga de
Narnia a manos del difunto C. S. Lewis): habiéndonos librado de los espectaculares trinos de Pascualito (que pasa sus noches exiliado en la cocina cerrada a cal y canto), mi abuela pone la tele matutina a toda hostia y las ondas sonoras y hertzianas, todas juntas, suben a través de la pared hasta retumbar en el somier; la hormigonera de la consabida obra que todo verano cabal ha de tener nos deleita desde tempranas horas a través de la ventana; nuestro loro
Krueger tiene felices y canoros despertares y hay un nuevo elemento animal en nuestro entorno, aún no ubicado con exactitud, que es capaz de ladrar más de 3 horas seguidas sin tomar aliento. qué bonito es el verano. claro que podría ser peor, podríamos madrugar.
me duelen los huesos y articulaciones, sean estas últimas lo que exactamente sean que nunca lo he sabido. la hipocondríaca que habita en mí desde hace un año y once meses se
contenta pensando que es una forma leve levísima de
gripe A: cuanto antes me toque, antes me la quito de encima. (¿será por la longitud exagerada de mi cabello que me duelen las articulaciones? sí, sigo sin cortarme el pelo.)
por cierto, la palabra del día es
rubicundo con reminiscencias del
iracundo Julio César en el
Rubicón.
y próximamente un nuevo capítulo beluguil titulado
mi novia es maga...
[to be continued]
Etiquetas: abuela, animal, beluga, C. S. Lewis, Julio César, literatura, Pascualito