El montón de paja
Un montón de paja era algo con lo que no contábamos.
Sobre el asfalto una mancha húmeda, trozos de plástico, alguien echó unas monedas
cuando el cemento estaba fresco y no se podían arrancar. No hay fuentes, las paredes
están pintadas, las limpian. La dueña de la tienda barre frente al escaparate de las
joyas sobre maniquís de mármol negro.
Mirábamos el montón de paja, la superficie dorada parecía de otra época, del campo,
de un cuadro. Decidiendo qué hacer, alguien recordó las tardes sobre los montículos de
arena junto a la fábrica Well, "pasábamos las horas muertas fumando,
resbalábamos. Aquí te hundes". Una cerilla cayó cerca, los otros se marchaban,
habían dado unas cuantas patadas al montón, brillaban las hebras desperdigadas.
No pasaban perros. El montón era más alto que todos.
Por las noches nos sumergíamos en él como campesinos felices,
como heridos en una batallas de verano, ahogados
en el interior de un cálido animal que nos amaba más que nuestros padres.
Patricia Esteban
Sobre el asfalto una mancha húmeda, trozos de plástico, alguien echó unas monedas
cuando el cemento estaba fresco y no se podían arrancar. No hay fuentes, las paredes
están pintadas, las limpian. La dueña de la tienda barre frente al escaparate de las
joyas sobre maniquís de mármol negro.
Mirábamos el montón de paja, la superficie dorada parecía de otra época, del campo,
de un cuadro. Decidiendo qué hacer, alguien recordó las tardes sobre los montículos de
arena junto a la fábrica Well, "pasábamos las horas muertas fumando,
resbalábamos. Aquí te hundes". Una cerilla cayó cerca, los otros se marchaban,
habían dado unas cuantas patadas al montón, brillaban las hebras desperdigadas.
No pasaban perros. El montón era más alto que todos.
Por las noches nos sumergíamos en él como campesinos felices,
como heridos en una batallas de verano, ahogados
en el interior de un cálido animal que nos amaba más que nuestros padres.
Patricia Esteban
Etiquetas: literatura, Patricia Esteban Erlés