rayas
oh, -20 me lleva a este libro imprescindible:
En el siglo XIII, el papa Alejandro IV ordenó a los carmelitas que las evitaran. Las usaban las prostitutas, las adúlteras, los traidores, los verdugos y los leprosos. De ahí viene el clásico traje de los convictos.
Dado que actualmente se las asocia a los elegantes trajes sastre o a la indumentaria playera, cuesta imaginar que, en realidad, las telas a rayas ocultan un pasado accidentado.
Sin embargo, un ensayo realizado por el especialista en historia Michel Pastoureau revela que las figuras que mayores probabilidades tenían de lucir rayas en la literatura y la iconografía de la Edad Media eran las prostitutas, los verdugos, los traidores, las mujeres adúlteras, y los sirvientes codiciosos.
A los efectos de ilustrar el inveterado prejuicio que conformó los inicios de las rayas, Pastoureau describe los acontecimientos que tuvieron lugar tras el regreso de San Luis (el rey Luis IX) a Francia luego de cuatro desalentadores años en Tierra Santa.
En el transcurso de su fallida cruzada, San Luis había conocido a algunos discípulos de la orden carmelita, monjes mendicantes a quienes se reconocía de inmediato debido a sus capas rayadas. Vestimenta que homenajeaba, según cuenta la leyenda, a la capa chamuscada que el profeta Elías lanzó desde el carro de fuego que lo llevó al cielo.
A invitación del rey, los carmelitas volvieron con él a Francia en el verano de 1254. Sin embargo, a pesar de su protección, las capas rayadas de los mendicantes causaron tal indignación en París, que se los recibió con burlas e insultos. En los años siguientes el escándalo adquirió tales proporciones que el Papa Alejandro IV ordenó a los carmelitas que evitaran las rayas. Estos se negaron. La batalla prosiguió a medida que se sucedían los papas hasta que convencieron a los religiosos de que adoptaran hábitos blancos.
Al tiempo que se privaba a los carmelitas de la vestimenta que ellos habían elegido, se obligaba a otros a usar rayas como advertencia de su dudosa categoría, cosa que invitaba a los demás ciudadanos a apartarse. Pastoureau cita leyes que proliferaban tanto en el norte germánico como en el sur de Europa, las cuales recomendaban la ropa rayada para indeseables sociales como leprosos y herejes.
El Renacimiento concedió a las desafortunadas rayas un breve respiro de tanta ignominia y jugó incluso con su utilidad como elemento de diseño. Francisco I de Francia decidió que Clouet lo pintara vestido a rayas; Holbein retrató a Enrique VIII con similares vestiduras. Todo esto, sin embargo, no pasó de un mero flirteo. Las rayas solo consiguieron poner un pie vacilante en el Viejo Mundo, por lo que emigraron a las costas americanas. Una vez que la rebelión norteamericana adoptó las rayas como símbolo de libertad, estas hicieron una entrada triunfal en Europa. La Revolución Francesa se identificó hasta tal punto con las rayas, que en la memoria quedaron unidas de manera indisoluble al símbolo tricolor. Incluso los ingleses, contra quienes se había esgrimido la raya revolucionaria original, empezaron a usar rayas en vestidos, levitas, chalecos, medias, cintas y todo otro accesorio que se considerara adecuado agregar al atuendo.
A pesar de la rehabilitación histórica de las rayas, su carácter marginal persistió: hasta bien entrado el siglo XX, las rayas se consideraban de rigor para los presos. Al mismo tiempo, también empezaron a adquirir nuevos significados. Pastoureau describe el rayado higiénico que se introdujo para ropa íntima como los pijamas; el rayado festivo, usado a menudo en la ropa infantil o los juguetes; y la raya náutica, que no tardó en adoptar la indumentaria playera. "En vísperas de la Primera Guerra Mundial", señala, "prácticamente no quedaba playa europea que no se hubiera convertido en un muestrario de rayas".
Pastoureau es una autoridad en heráldica medieval (...) En un intento de comprender por qué el mundo medieval se sintió agraviado ante la vestimenta rayada de hombres dedicados a Dios, especula con que "el ojo medieval se concentraba de manera particular en la lectura por capas. Una imagen se creaba mediante la superposición de niveles sucesivos y, para leerla de manera adecuada, era necesario —a diferencia de nuestros hábitos modernos— empezar por el nivel inferior y, una vez atravesadas todas las capas intermedias, terminar en el nivel superior. Con las rayas, sin embargo, tal lectura no es posible. No hay un nivel inferior y otro superior, un color de fondo y otro de superficie. Hay un solo nivel bicromático dividido en igual número de rayas de colores alternados".
En la Edad Media, teoriza Pastoureau, las rayas evocaban asociaciones que estaban decididamente enfrentadas a lo que entonces se consideraba políticamente correcto. Para la mente medieval, la idea de la diversidad y las rayas estaban estrechamente relacionadas.
Destaca que el latín medieval a menudo usa como sinónimos las palabras "rayado" y "variado", y nos dice que la cultura medieval desaprobaba la variación: "La forma sustantiva de varietas sirve para designar engaño, maldad y lepra simultáneamente". En la actualidad consideramos que la diversidad es algo deseable y, como consecuencia de ese cambio de valores, el status de las rayas experimentó una revolución.
Fuente: Diario Clarín (Argentina), 02/08/2001
El oscuro pasado de las telas a rayas
En el siglo XIII, el papa Alejandro IV ordenó a los carmelitas que las evitaran. Las usaban las prostitutas, las adúlteras, los traidores, los verdugos y los leprosos. De ahí viene el clásico traje de los convictos.
Dado que actualmente se las asocia a los elegantes trajes sastre o a la indumentaria playera, cuesta imaginar que, en realidad, las telas a rayas ocultan un pasado accidentado.
Sin embargo, un ensayo realizado por el especialista en historia Michel Pastoureau revela que las figuras que mayores probabilidades tenían de lucir rayas en la literatura y la iconografía de la Edad Media eran las prostitutas, los verdugos, los traidores, las mujeres adúlteras, y los sirvientes codiciosos.
A los efectos de ilustrar el inveterado prejuicio que conformó los inicios de las rayas, Pastoureau describe los acontecimientos que tuvieron lugar tras el regreso de San Luis (el rey Luis IX) a Francia luego de cuatro desalentadores años en Tierra Santa.
En el transcurso de su fallida cruzada, San Luis había conocido a algunos discípulos de la orden carmelita, monjes mendicantes a quienes se reconocía de inmediato debido a sus capas rayadas. Vestimenta que homenajeaba, según cuenta la leyenda, a la capa chamuscada que el profeta Elías lanzó desde el carro de fuego que lo llevó al cielo.
A invitación del rey, los carmelitas volvieron con él a Francia en el verano de 1254. Sin embargo, a pesar de su protección, las capas rayadas de los mendicantes causaron tal indignación en París, que se los recibió con burlas e insultos. En los años siguientes el escándalo adquirió tales proporciones que el Papa Alejandro IV ordenó a los carmelitas que evitaran las rayas. Estos se negaron. La batalla prosiguió a medida que se sucedían los papas hasta que convencieron a los religiosos de que adoptaran hábitos blancos.
Al tiempo que se privaba a los carmelitas de la vestimenta que ellos habían elegido, se obligaba a otros a usar rayas como advertencia de su dudosa categoría, cosa que invitaba a los demás ciudadanos a apartarse. Pastoureau cita leyes que proliferaban tanto en el norte germánico como en el sur de Europa, las cuales recomendaban la ropa rayada para indeseables sociales como leprosos y herejes.
El Renacimiento concedió a las desafortunadas rayas un breve respiro de tanta ignominia y jugó incluso con su utilidad como elemento de diseño. Francisco I de Francia decidió que Clouet lo pintara vestido a rayas; Holbein retrató a Enrique VIII con similares vestiduras. Todo esto, sin embargo, no pasó de un mero flirteo. Las rayas solo consiguieron poner un pie vacilante en el Viejo Mundo, por lo que emigraron a las costas americanas. Una vez que la rebelión norteamericana adoptó las rayas como símbolo de libertad, estas hicieron una entrada triunfal en Europa. La Revolución Francesa se identificó hasta tal punto con las rayas, que en la memoria quedaron unidas de manera indisoluble al símbolo tricolor. Incluso los ingleses, contra quienes se había esgrimido la raya revolucionaria original, empezaron a usar rayas en vestidos, levitas, chalecos, medias, cintas y todo otro accesorio que se considerara adecuado agregar al atuendo.
A pesar de la rehabilitación histórica de las rayas, su carácter marginal persistió: hasta bien entrado el siglo XX, las rayas se consideraban de rigor para los presos. Al mismo tiempo, también empezaron a adquirir nuevos significados. Pastoureau describe el rayado higiénico que se introdujo para ropa íntima como los pijamas; el rayado festivo, usado a menudo en la ropa infantil o los juguetes; y la raya náutica, que no tardó en adoptar la indumentaria playera. "En vísperas de la Primera Guerra Mundial", señala, "prácticamente no quedaba playa europea que no se hubiera convertido en un muestrario de rayas".
Pastoureau es una autoridad en heráldica medieval (...) En un intento de comprender por qué el mundo medieval se sintió agraviado ante la vestimenta rayada de hombres dedicados a Dios, especula con que "el ojo medieval se concentraba de manera particular en la lectura por capas. Una imagen se creaba mediante la superposición de niveles sucesivos y, para leerla de manera adecuada, era necesario —a diferencia de nuestros hábitos modernos— empezar por el nivel inferior y, una vez atravesadas todas las capas intermedias, terminar en el nivel superior. Con las rayas, sin embargo, tal lectura no es posible. No hay un nivel inferior y otro superior, un color de fondo y otro de superficie. Hay un solo nivel bicromático dividido en igual número de rayas de colores alternados".
En la Edad Media, teoriza Pastoureau, las rayas evocaban asociaciones que estaban decididamente enfrentadas a lo que entonces se consideraba políticamente correcto. Para la mente medieval, la idea de la diversidad y las rayas estaban estrechamente relacionadas.
Destaca que el latín medieval a menudo usa como sinónimos las palabras "rayado" y "variado", y nos dice que la cultura medieval desaprobaba la variación: "La forma sustantiva de varietas sirve para designar engaño, maldad y lepra simultáneamente". En la actualidad consideramos que la diversidad es algo deseable y, como consecuencia de ese cambio de valores, el status de las rayas experimentó una revolución.
Fuente: Diario Clarín (Argentina), 02/08/2001
Etiquetas: literatura, Michel Pastoureau
Pttttttttttttffffffffffff...
Postdata:
Le sobra medio grado a -20º: está regresando el calor...
;-P
Posdata II:
Pregúntale a Juano si está buscando en Google dónde comprar los Micropoemas de Ajo, jijiji...