30 junio 2005

Cuentan los griegos

Para un discípulo de Tu Fu

Que junto a los riachuelos
al mediodía
y casi siempre tras espesas flores
se podía intuir la risa de las ninfas

O los beduinos
que oían al trote oblicuo de un caballo
el andar inclinado de unos peones
que recogen arroz
sobre un tablero de ajedrez
en el plácido corazón de un espejismo

Los dos famosos monjes que juegan a las damas
bajo la sombra del bambú
No se les ve —comenta Bai Juyi—
pero de vez en cuando
se escucha el ruido de las piezas

Y apenas podemos imaginar deleite semejante
cuando por ese olor sabemos
que una señora ha usado el ascensor
que otro vecino ha disfrutado
el costoso perfume de sus pechos.

Javier Acosta, Melodía de la i

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